jueves, 27 de noviembre de 2008

La ópera de flujo musical contínuo

Durante el siglo XIX, los compositores dejaron de cultivar la estricta secuencia de diálogos, recitativos y números musicales cerrados. Hacia 1825 se dejó de utilizar el recitativo secco utilizándose, en su lugar, inicialmente en la ópera italiana, el principio de la "escena y aria", el cual empleó Verdi para estructurar los actos de sus óperas. Richard Wagner desarrolló a mediados del siglo XIX una forma con la cual presindió completamente del uso de números musicales y en la cual el libreto y la música se conjugan en una unidad sinfónica. En tal, como se ha dicho, se propone un para utilizar un flujo musical contínuo y se presinde de números musicales, los cuales fragmentaban la estructura de los actos. Tal flujo musical constante conlleva, también, a evitar repeticiones en el texto, como eran usuales en la ópera italiana. La renuncia a la repetición del texto ensayó acercarse a un principio aristotélico de verosimilitud. Para subrayar la importancia del libreto, el principio de verosimilitud y el uso del flujo musical constante, Richard Wagner deja de designar sus obras con la voz "ópera" para llamarlas "drama musical". Para su Tristan und Isolde utiliza la designación "Handlung in Musik" [Acción dramática para Música]], lo cual está enparentado con designaciones como "favola in musica" o "dramma per musica" de los libretos de Giovanni Francesco Busenello, Giovanni Faustini y otros puestos en metro músico por compositores como Claudio Monteverdi, Francesco Cavalli y Antonio Cesti. El caso signa un esfuerzo por subrayar la importancia del drama, en contraposición a la preponderancia que tenía la presencia del cantante solista en la ópera italiana [considérese las obras de Rossini, Donizetti, Bellini, Mercadante] y la cual llevó, especialmente durante el periodo del Bel-Canto a una completa falta de calidad en el texto y en la música. El modelo de ópera de flujo musical contínuo se impuso al final del siglo XIX también en Francia (considérense las óperas de Jules Massenet), en Italia (por ejemplo con Giacomo Puccini), España (por ejemplo las óperas de Felipe Pedrell). La ópera estructurada bajo el principio del flujo musical continuo se mantuvo durante todo el siglo XX (recuérdese las obras de Claude Debussy, Paul Dukas, Karol Szymanowsky, Carlos Chávez, Heitor Villa-Lobos y Alberto Ginastera, aunque algunos compositores como Zoltán Kodály, Igor Strawinsky y más recientemente Federico Ibarra han vuelto a escribir óperas basadas en el principio de números musicales.

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